El momento político en Catalunya (VI)

17.10.2016 20:25

 

El momento político actual en Catalunya preocupa en España y preocupa en Catalunya., porque a nivel político hay actividad, pero no hay movimiento y, ya se sabe, si no hay movimiento hay retroceso, especialmente en los terrenos económico y social.

 

Catalunya tiene un Parlamento y, la etimologia es clara, el Parlamento es un lugar donde se habla. No necesariamente de política, pero también, porque política lo es todo: es economía porque es administración del dinero que se recauda y regulación de la industria y el comercio; política es decidir como planificar la instrucción, la enseñanza y la cultura; política es decidir como debe tratar de garantizarse la seguridad ciudadana; política es decidir con quien (con que paises) se establecen relaciones y como han de ser estas... Todo ello debe decidirse en el Parlamento y debe decidirse “parlando”.

 

Parlando es el gerundio del verbo parlar, muy utilizado en catalán y menos en castellano, pero, en todo caso, reconocido por la RAE. Parlar es sinónimo de “hablar”, ergo el Parlamento es el lugar, el espacio, pero por encima de todo es la institución, en la que personas elegidas para decidir en nombre de quienes las eligen,  hablen y luego decidan sobre lo que les concierne, sobre lo que afecta a los electores.

  

La preocupación a la que me refería, debería venir, entre otras razones, porque el Parlamento catalán –de caro mantenimiento ni que sea por los sueldos a pagar a los que lo integran- es totalmente inoperante porque el gobierno español ha decidido –sin decirlo abiertamente- bloquearlo. Legisle el Parlamento catalán sobre deporte, sobre fuentes energéticas, sobre medidas de ayuda a ciudadanos que padecen situaciones de exclusión social por la pobreza, sobre impuestos, sobre relaciones internacionales, sobre los días festivos..., el gobierno español recurre las leyes al Tribunal Constitucional y este las supende automáticamente. La suspensión de cualquier ley, haya sido aprobada unánimente o de manera muy mayoritaria, por un tribunal que no lo es de justicia puesto que ni siquiera se integra en la organización judicial clásica, sino  que es un tribunal político, produce rechazo a los catalanes y es aprovechada por los políticos independentistas –mayoritarios en el Parlamento catalán- para poner aún más de relieve las diferencias entre la forma de sentir de los catalanes y la de sus amigos (no tienen porque no serlo) españoles.

 

Catalunya disfruta, es un decir, de autonomía política, pero a la postre no deja de ser una región de España que debe regirse por sus leyes. Muchos pensadores y politólogos comparan la situación actual de Catalunya con la de Cuba en el último tercio del siglo XIX: Cuba entonces era colonia, muy preciada, española, de las últimas que iban quedando. En Cuba surgieron movimientos políticos independentistas, movimientos reprimidos militarmente por el ejército español –el mismo ejército que ahora debe velar por la unidad patria-. Desde Catalunya se postulaba la concesión de una cierta autonomia a Cuba, a fin de que los propios cubanos –que gozaban de representación en el Parlamento español- pudieran organizarse políticamente. El rechazo de los políticos españoles a tal concesión fue total y absoluto: el unionismo, el igualitarismo, el imperialismo en definitiva, llevó a un planteamiento político ciego, que trajo como consecuencia la total insurrección de la isla caribeña y su independencia final.

 

Ciertamente la situación geográfica de Cuba, tan alejada de la metropolí, condicionó en buena parte la forma en que terminó el conflicto. También es cierto que a nivel mundial el deseo de emancipación de una colonia europea en América era muy bien visto, especialmente por los Estados Unidos. Igualmente es cierto que desde Catalunya se ha planteado en todo momento el proceso independentista desde la óptica exclusivamente política, desde la óptica del diálogo. La relación entre Catalunya y España, que en puridad no deja de ser una cuestión interna de un estado, está viciada, es tóxica –como tan a menudo se dice ahora-, y perjudica a Catalunya y a España, razón por la cual se hace absolutamente necesario el diálogo, se hace necesario que los Parlamentos “parlen”, pero no únicamente que hablen los parlamentarios, hace falta que el pueblo se exprese directamente, y esta necesidad es virtud y así la plantean los partidos independentistas y, desde Catalunya, alguno que no lo es pero que no deja de ser catalán y democrático. Mientras en España Podemos sea el único partido que dice, con la boca no muy grande, que debe darse la palabra al pueblo catalán para que decida que suerte de relaciones quiere tener con España, habrá problemas, y parece que los habrá para largo.

 

Por tanto y como conclusión, más de lo de siempre: Incertidumbre y nulo diálogo. ¿Hasta cuándo?     

 

Josep Niubò i Claveria

Barcelona, 16 de octubre de 2016

 

 

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