El momento político en Catalunya (III)
Van pasando los días, van sucediéndose los meses y no parece que se clarifique en absoluto el panorama político catalán. La indefinición de los partidos políticos que actúan a nivel estatal y, más concretamente, la incapacidad de sus líderes para siquiera formar gobierno, confieren a la “cuestión catalana” un status cuanto menos curioso y permite a los gobernantes catalanes un aparente margen de actuación, y digo aparente porque en la práctica cualquier decisión que se adopta a nivel gubernamental o parlamentario, recibe como respuesta el consabido recurso ante el Tribunal Constitucional, por supuesta inconstitucionalidad de la misma. Para colmo, no es únicamente el gobierno central quien actúa a golpe de recurso, sino que también los partidos unionistas catalanes (léase en el último supuesto el PSC) hacen lo propio.
La -de antiguo- llamada “cuestión catalana” está provocando situaciones que serían risibles de no ser trágicas: permítaseme decir pues que son trágico-cómicas. En la fecha de redacción de este breve comentario, los dirigentes del Partido Popular y del Partido de los Ciudadanos rivalizan en quien es capaz de emitir el comunicado más esperpéntico con claro afán de erosionar (¿aún más?) al PSOE, con motivo del encuentro programado para hoy entre el presidente de la Generalitat y el líder de este último partido.
Parece que tratan de “demonizar” al Secretario General del PSOE sólo por reunirse con el presidente catalán, obviando que la política es (o debería ser) precisamente el arte de la resolución de los conflictos de manera pacífica y mediante la negociación. ¿Acaso no pueden dos líderes políticos hablar en aras de llegar a acuerdos?
Parece pues que nadie desde Madrid quiere hablar con quien lidera el ejecutivo catalán, y está claro que desde Barcelona no se encuentra interlocutor válido para “desencallar” el entuerto al que se ha llegado. Por otro lado, entre los partidos catalanes claramente comprometidos con el “proceso” (hacia la independencia), van surgiendo frecuentes desencuentros por todo lo que no es la voluntad de llevar hasta las últimas consecuencias el deseo de independencia del que hicieron bandera en las últimas elecciones al Parlament de Catalunya. No son –no pueden serlo- un bloque monolítico porque en sus idearios hay significativas diferencias respecto a cómo abordar las distintas cuestiones que merecen la atención de quienes tienen como cometido regir un pueblo. Las diferencias en temas “sociales” son de tal calibre como para soliviantar a los políticos de los tres partidos referidos, por cuyas bocas surgen continuas y severas críticas a sus “compañeros de viaje”. Mientras que los dirigentes de CDC y ERC, comprometidos en una única lista electoral –Junts pel Si-, han asumido la comprometida función de gobernar el país al tiempo que dirigir a sus ciudadanos hacia la independencia, los políticos de la CUP –procedentes de distintos movimientos y partidos de escaso peso político- ejercen en la práctica funciones básicamente fiscalizadoras de la actividad gubernamental, cosa que les permite ser extremadamente críticos y no asumir el desgaste que es propio de quienes gobiernan.
Los líderes de los partidos de la coalición gubernamental no cesan de dirigirse abiertamente a la ciudadanía dándole ánimos y exigiendole un firme compromiso y una acción constante en pos de lograr la independencia. Pero esa ciudadanía, que ha delegado en quienes votó para conseguir sus propósitos, empieza a estar cansada al no ver resultados prácticos. Desde una mínima postura reflexiva, nadie podía esperar que la independencia llegara en cuatro días, pero muchos de quienes aspiran a ella tampoco esperaban que el marco de relaciones España-Catalunya siguiese siendo el mismo después de tanto tiempo de plantearse de manera tan abierta esa voluntad de independencia.
Quien haya tenido la paciencia de llegar hasta este punto del artículo y haya leído los dos que lo han precedido, se supone que conoce la reciente historia de España y no puede desconocer la curiosa y comprensiva situación que se produce en relación a las llamadas “nacionalidades periféricas”, Catalunya y Euskadi. En ambos “territorios” son claramente perceptibles los deseos de independencia, ya que éstos son sentidos por una amplia capa de sus poblaciones. De resultas de esos deseos, los conflictos políticos entre la 'periferia y el centro son muy frecuentes y ,curiosamente, cuando alcanzan su zenit en uno de esos “territorios”, en el otro se vive un período de calma. Ahora y desde hace un cierto tiempo, hierve Catalunya, ergo Euskadi está en calma. Desde la semana pasada en la que ha recuperado la pérdida libertad uno de los más carismáticos líderes independentistas vascos, parece que se ha abierto el “frente vasco” delante del poder central del estado. En sus primeras declaraciones dicho líder, que no es otro que Arnaldo Otegi, se ha comprometido con el pueblo catalán para hacer frente común contra el centralismo encarnado por Madrid. Aunque es cierto que, de momento, públicamente nadie en Catalunya ha recogido el envite lanzado por Otegi, es igualmente cierto que al Madrid político se le presenta una doble situación de compromiso que difícilmente podrá despachar exclusivamente a base de recursos ante el Tribunal Constitucional. Resulta igualmente cierto que, desde la discreción más absoluta, el gobierno catalán no parece cejar en seguir la dirección trazada para conseguir la “desconexión” que debería culminar en la declaración de independencia.
Se sigue pues, como ya decía al inicio de este breve artículo, en un aparente callejón sin salida que me permite terminar esta tercera colaboración con la ya consabida frase del estrafalario ateo, que al ser preguntado cómo se resolvería una compleja cuestión, respondía “dios dirá”.
Josep Niubò i Claveria
Barcelona, 14 de marzo de 2016
El momento político en catalunya (IV)
El momento político en Catalunya (II)