El momento político en Catalunya X

08.08.2019 10:13

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En plena canícula decir que ha bajado la temperatura –aunque sólo sea la política– es casi un sarcasmo, pero así es efectivamente. Es difícil vivir permanentemente bajo la presión en que se ha vivido los últimos tres (o más) años en Catalunya. Ahora parece que surgen manifiestos signos de impotencia y de cansancio, aunque bien podría ser que ello no fuera más que un espejismo y que únicamente fuera el resultado de una necesaria parada a la espera de la publicación de la sentencia con la que se habrá cerrado –de momento y a la espera de nuevas instancias judiciales: la constitucional y la europea– el más importante juicio de la España (post?) franquista.

Es cierto que la clase política española y catalana y prácticamente toda la ciudadanía catalana están pendientes del referido pronunciamiento judicial, y que los sectores independentistas ya se preguntan cuál deberá ser la –contundente– respuesta a una segura fuerte condena. También es cierto que la imposibilidad de formar gobierno en España comporta un aletargamiento y una absoluta inactividad gubernamental, pero no por ello puede dejarse de afrontar el mayor reto de la reciente historia catalana y española: ¿Qué hacer en relación a los más de dos millones de catalanes que durante ya casi una década claman por la obtención de un estado propio?

La división en el campo independentista es palmaria: Esquerra Republicana de Catalunya es ahora mismo el partido más fuerte en este campo, pero no puede olvidarse que tanto el actual presidente del gobierno catalán como su predecesor, el exiliado proclamador de una efímera independencia, pertenecen al partido de casi ignorado nombre que mayoritariamente se identifica con la otrora hegemónica Convergència Democràtica de Catalunya. En la galaxia antisistema, el partido de las siglas CUP parece dar un giro para integrarse parcialmente en el marco político, dejando de limitarse a criticar a sus compañeros de viaje a la utópica independencia, para contribuir de veras a alcanzarla. Los representantes de estos tres partidos son incapaces de plantear una política de mínimos acuerdos para salir del lodazal en el que la política catalana se encuentra abocada

Como siempre he mantenido en mis colaboraciones escritas, no puede plantearse la cuestión catalana sin tener en cuenta la perspectiva española, y es evidente que desde la misma nada ha cambiado. En ese campo la unanimidad es casi plena: Salvo desde el izquierdista Unidas Podemos (vaya también con el nombre) que aboga por una negociación política, desde los otros –ahora con la irrupción de Vox– cuatro partidos con cierta fuerza a nivel estatal no se admite otra manera de desencallar el embrollo, que la rendición incondicional del independentismo con la renuncia a todo postulado disgregador. 

Mientras en Europa ninguna voz con suficiente potencia como para ser realmente oída y respetada, hace alusión alguna a lo que se considera un problema interno español. Y uno se pregunta: ¿No son los problemas internos españoles problemas internos europeos? 

Aventurar qué deparará el futuro es de lo más incierto, pero por estos pagos meridionales europeos nos estamos acostumbrando a que quienes deberían abordar con valentía, ilusión, pragmatismo y decisión la resolución de los conflictos colectivos, optan por dejar que los conflictos se enquisten y nunca dejen de existir. La ciudadanía se acostumbra a padecer el problema de manera estoica, pero ya sería hora de entonar con fuerza el "no es eso, no es eso", y exigir precisamente valentía, ilusión, pragmatismo y una sabia decisión para conseguir que el problema sea resuelto democrática y pacíficamente, asumiendo que no hay ley –sea buena o mala– que cien años dure.

Josep Niubò i Claveria

7 de agosto de 2019

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¿Por qué una gran parte de los catalanes quieren dejar de ser españoles?