Joshua Slocum, marino y escritor, 3ª parte

15.06.2013 13:41

 

En el anterior artículo dejamos a la pareja de recién casados instalándose junto a Garfield en el Aquidneck, en Nueva York, a finales de febrero de 1886. Como se dijo, el barco estaba en perfectas condiciones después de las reparaciones efectuadas y cargado de petróleo enlatado con destino a Montevideo, Uruguay. 

Se preveía muy mal tiempo, todos los indicios así lo señalaban. ¿Por qué un experimentado capitán, buen conocedor de la meteorología de la costa este de EE.UU, se empeñó en zarpar con su mujer recién casada y su hijo pequeño, con tales perspectivas?

Quizás pensó que sería uno más de las decenas o cientos de temporales que había afrontado a lo largo de su vida en la mar. Tal vez el conocimiento de contar con un buen barco, una tripulación conjuntada y eficaz, probada ya en anteriores viajes, junto a la absoluta confianza en el primer oficial ─su hijo Víctor― y la excelente carga, le dieron un exceso de confianza, menospreciando el poder infinito del mar… ¿Quién sabe?

Zarparon con el viento soplando a 40 nudos y el río Hudson congelándose, metiéndose de lleno en un durísimo temporal invernal, que llegó a alcanzar fuerza de huracán. Cuando perdieron el socaire de tierra empezaron a corre el temporal con vientos de 80 y 90 nudos que levantaron una mar enorme.

Pronto comenzaron a embarcar olas por la popa. Los imbornales y falucheras apenas alcanzaban a desaguar las decenas de toneladas de agua embarcadas con una ola, cuando ya embarcaba la siguiente. El barco comenzó a meterse más y más en el agua y a disminuir su andar convirtiéndose, poco a poco, en una lenta presa para ese enorme mar perseguidor. No conseguían localizar la entrada de agua en la bodega y el nivel aumentaba sin cesar.

Todo el mundo, excepto Garfield y Hettie, confinados y mareados abajo, estuvo o bombeando o manejando el timón ininterrumpidamente durante 36 horas. Tan mal lo vio Slocum, que ordenó trincar hachas cerca de los mástiles para poder desarbolar rápidamente y, dado el caso, evitar zozobrar. Mandó asimismo aprestar los botes con comida, ropas, agua y todo lo necesario para abandonar el buque.

El capitán acababa de sondar 6 pies de agua en la bodega, la situación se estaba haciendo insostenible y estaba a punto de ordenar el abandono del buque, cuando su hijo Víctor descubrió una importante grieta en la cubierta, en la unión de esta y la caseta de proa, que actuaba como un imbornal de cubierta a  bodega.

La reparación provisional de la avería coincidió con la disminución de la violencia del temporal. Siguieron bombeando y pronto el nivel de la cala empezó a disminuir. Una vez más Slocum había escapado al desastre.

Hettie confesó después a su esposo que en lo más duro de la tormenta, con el viento aullando y ninguna voz humana audible, pensó que ella y Garfield eran los únicos supervivientes después de que la cubierta hubiera sido repetidamente barrida por las olas, desalojándola de toda presencia humana.

Después tuvieron un tiempo excelente, soleado y con viento suficiente para que el Aquidneck navegara a su máxima velocidad.

El 5 de mayo de 1886, dos meses después de zarpar de Nueva York, fondearon en Montevideo.

Puerto de Montevideo a mediados del siglo XIX

 

Una vez desembarcada la carga, navegaron en lastre unas 900 millas hacia el norte, hasta Antonina, en la bahía de Paranaguá, Paraná, Brasil. 

Antonina

 

A finales de junio embarcó una carga de yerba mate para Buenos Aires. En esta ciudad, le encargaron el salvamento de la carga ─vino de Burdeos─ de un buque español varado en un banco del Río de la Plata y su posterior transporte hasta Rosario, unas 200 millas Río Paraná arriba.

El capitán y el primer oficial tuvieron que vigilar, armados, el acceso a la bodega para evitar que la tripulación saqueara la carga.

Puerto fluvial de Rosario a principios del siglo XX

 

En esta ciudad argentina embarcaron una carga de balas de alfalfa para Río de Janeiro, pero con el barco listo para zarpar, se declaró una epidemia de cólera en varias ciudades argentinas, entre ellas Rosario. Slocum pidió libre plática al cónsul brasileño en Rosario, quien la denegó solicitando que el barco entrara en cuarentena en Ilha Grande, sesenta millas al oeste de Río, para proceder a la desinfección de la carga previa al desembarque.

Slocum comenzó su año más aciago ─1887─ navegando. El 7 de enero el Aquidneck entró al puerto de Ilha Grande. Allí, las autoridades ordenaron a Slocum, con toda la documentación en regla, que abandonara inmediatamente las aguas brasileñas. Para enfatizar la orden, el acorazado brasileño Aquidabâ  apuntó con sus cañones al indefenso Aquidneck. Ni siquiera les permitieron aprovisionarse de agua y comida.

Acorazado brasileño Aquidabã

 

Desde su punto de vista, Joshua Slocum fue tratado de manera extremadamente injusta: se le afrentó, se atentó contra su honor, fue víctima de estafa y se ultrajó la bandera de los Estados Unidos de Norteamérica.

Como en anteriores y futuros incidentes, Slocum escribió numerosas cartas al director de distintos periódicos norteamericanos y de otros países de habla inglesa, para informar de los hechos o para matizar, puntualizar o refutar noticias aparecidas en la prensa.

Regresaron a Rosario para devolver la carga, pero no se la aceptaron, así que esperaron fondeados en este puerto fluvial hasta que finalizara la epidemia.

Varios tripulantes finlandeses, bebedores compulsivos, acabaron en prisión y Slocum se vio obligado a completar su tripulación a toda prisa. La nueva cuadrilla resultó ser mucho peor que los fineses. Cuatro elementos habían estado en prisión hasta hacía muy poco y dos de ellos tenían ─Dangerous Jack y Bloody Tommy─ muy mala catadura.

El 9 de abril se reabrieron los puertos brasileños y el Aquidneck zarpó inmediatamente.

El 11 de mayo atracó en Rio para descargar la maldita alfalfa. Slocum había perdido una buena cantidad de dinero en tan largo flete.

Permanecieron alrededor de dos meses en Rio de Janeiro. Hettie pudo conocer la ciudad, hacer algunas compras y un poco de vida social. La tripulación se iba envileciendo más y más con la larga estancia en puerto. Joshua no conseguía encontrar ningún flete y finalmente se decidió a transportar un cargamento de alquitrán, brea, harina, queroseno, vino y 3 pianos hasta Antonina, Paraná. Slocum pensaba poder conseguir una carga de hierba mate en ese puerto brasileño y necesitaba lastrar el buque; por consiguiente accedió a transportar el referido cargamento sin otro coste que el seguro del mismo.

Durante la travesía el Aquidneck fue sorprendido por un violento pampero¹que lo acostó sobre la banda y casi lo desarboló. Afortunadamente el seguro asumió los daños causados en los pianos al faltar las trincas de uno de ellos, durante la acostada. Slocum, haciendo gala de un elegante sentido del humor, manifestó que los pianos se habían “desafinado” durante el temporal.

Sin más incidentes, recalaron en la barra del río Paranaguá y remontaron el río hasta la bahía del mismo nombre, donde descargaron.

El Almirante Saldanha en Paranaguá (1935)

 

El día 23 de julio, fondeados y con el barco casi totalmente cargado de mate, el capitán amonestó duramente a Dangerous Jack y a Bloody Tommy  delante de toda la tripulación. Por la noche, mientras Joshua dormía, Hettie se despertó alarmada al escuchar pasos y cuchicheos en la toldilla, una zona del buque reservada sólo para el capitán, su familia, los oficiales y, en navegación, el timonel. Hettie despertó a su marido quien se armó de una carabina y salió al exterior. Una vez en cubierta, ordenó a quienquiera que estuviese en la toldilla que la abandonase inmediatamente. Thomas Maloney (Bloody Tommy) se mofó de él y James Aiken (Dangerous Jack) le atacó con un Sheath knife². Slocum disparó e hirió a este último mientras Bloody Tommy arremetía contra el capitán que se vio obligado a disparar en defensa propia. El facineroso murió en el acto quedando tendido boca abajo en cubierta aferrando todavía su cuchillo. Víctor Slocum llevó al herido Dangerous Jack, que seguía maldiciendo y blasfemando, al hospital para que lo atendieran.

El capitán fue detenido, acusado de asesinato, y encerrado en prisión a la espera del juicio. Mientras tanto, contrató los servicios de un capitán español para que este, asistido por el primer oficial Víctor Slocum, llevara el barco y la carga hasta Montevideo. Hettie y Garfield desembarcaron y se alojaron en un hotel de Antonina. Desde la cárcel escribió a algunos periódicos explicando su versión de los hechos. No sabemos si emprendió alguna acción más para reforzar su defensa, tal como había hecho con ocasión del motín en el Northern Light, en que escribió  y pagó la impresión y la distribución de un panfleto en donde explicaba su versión de los hechos.

Al mes justo se celebró el juicio. Joshua Slocum fue absuelto y puesto en libertad e inmediatamente se trasladó en vapor hasta Montevideo para reasumir el mando del Aquidneck.

El despido del capitán español, ocasionó un nuevo pleito con la tripulación: Esta exigía ser finiquitada y vuelta a contratar. Mientras el cónsul de EE.UU. en Montevideo resolvía la demanda, la tripulación se alojó en una pensión del puerto y se dedicó a hacer turismo. Hay que resaltar que esta tripulación, brasileña en su mayoría, permanecía sobria durante todas las estancias en tierra; una virtud característica de los marineros brasileños de la época, que no los protegió del contagio de la viruela al pernoctar en la mencionada casa de huéspedes.

El cónsul, con gran enfado de Slocum, estuvo de acuerdo con la demanda de los tripulantes y hubo que volverlos a contratar. Cuando zarparon hacia Paranaguá, la enfermedad ya se había instalado a bordo.

Uno de los marineros de confianza tuvo escalofríos y fiebre, pero continuó cumpliendo con sus obligaciones, limitándose a solicitar una dosis de quinina, atribuyéndolo a un rebrote de malaria. Dos días más tarde estaba postrado y cubierto de erupciones. Otros tres tripulantes fueron encontrados en las mismas condiciones. Slocum reconoció la viruela en estos síntomas e inmediatamente alteró el rumbo, dirigiéndose hacia Maldonado en la costa uruguaya.

Fondearon frente al puerto e izaron las banderas del código internacional de señales demandando inmediata asistencia médica. Con el viento arreciando, estuvieron cerca de 36 horas en espera de respuesta o ayuda. Finalmente se acercaron remando dos uniformados uruguayos para ordenarles abandonar inmediatamente el puerto.  

Con gran esfuerzo, la tripulación sana (4 contando a Víctor y a Joshua) levó el ancla, izó algunas velas y arrumbó de vuelta a Montevideo con el viento por la popa arreciando rápidamente a temporal. Slocum escribió: “el viento arrancó las velas como si fueran hojas en otoño” y a continuación siguió “la más lúgubre de todas mis noches en la mar”. Se las arreglaron para fondear a resguardo de la isla Flores y al amanecer solicitaron de nuevo, mediante el C.I.S., asistencia médica. Se les contestó desde el semáforo del puerto que entraran en él, cosa que no pudieron hacer por falta de brazos sanos. Finalmente un doctor se trasladó a bordo con ácido carbólico para desinfectar y les sugirió que arrojaran los muertos al mar antes de entrar a puerto.

Lastrados con piedras provenientes del lastre del buque, fueron enterrados en el mar las tres primeras víctimas. Pronto les seguirían otros 5 desgraciados. Con ayuda de tierra, consiguieron meter el barco en Montevideo en donde fueron hospitalizados los dos únicos supervivientes contagiados.

Se desinfectó el barco ―por 1000 dólares―, se efectuó la descarga, se contrató una nueva tripulación y sin más dilación, el Aquidneck zarpó en lastre para Antonina.

Emplearon mucho más tiempo que el habitual, pues quedaron varios días encalmados a pocas millas de Cabo Polonio.

Llegados a Antonina, embarcaron de nuevo Hettie y Garfield quienes estaban muy preocupados y escasos de dinero.

Después de todas las desgracias acontecidas, Slocum estaba desesperadamente escaso de fondos. Tras muchos intentos fallidos consiguió un flete para transportar madera. Se embarcaron los troncos de palo de hierro en un entrante de la bahía de Paranaguá y zarparon en los últimos días de diciembre de 1887.

Todavía en la bahía, la corriente y el viento conspiraron para que el buque embarrancara de costado en un banco de arena. El lugar donde habían varado estaba abierto al mar y durante tres días la marejada vapuleó al pobre barco y, a pesar de los desesperados esfuerzos de la tripulación para reflotarlo, acabó partiéndole la parte de popa.

La pérdida del Aquidneck no sólo supuso la ruina de la familia, sino que también supuso la pérdida de “nuestro hermoso hogar”, como Garfield lo describió.

Por los restos del barco, Slocum consiguió 1000 dólares que, después de pagada la tripulación, quedaron en una miseria. El cónsul norteamericano en Antonina se ofreció a repatriarlos a Boston en un vapor, pero Joshua, orgulloso y harto de los representantes consulares de su país en Brasil, lo rechazó de plano e inició una serie de litigios y reclamaciones contra las autoridades brasileñas que duraron años. Como tantas veces en el pasado Slocum, con el apoyo de su familia, consiguió superar todas las dificultades gracias a su empeño y energía, además de su sabiduría náutica y sus sólidos conocimientos de carpintería y construcción naval.

El propietario de un primitivo astillero, en las cercanías de Antonina, que en el pasado había realizado algunos trabajos para el Aquidneck, permitió amablemente que Joshua y Víctor utilizaran sus instalaciones para construir una embarcación para regresar a Estados Unidos navegando.

Gracias a las garlopas que salvaron del naufragio, pudieran alisar los bastos tablones de 40 pies que adquirieron en los aserraderos locales. Para la roda, la quilla, el codaste, las cuadernas, las varengas y el forro de la obra viva utilizaron palo de hierro, por su resistencia, dureza y peso. Para el resto del forro, los palmejares, los baos, el trancanil, la cubierta y la regala utilizaron cedro. Para la cabina se utilizó cedro, bambú y lona. Las formas de la embarcación eran una mezcla de las de las canoas locales, los dories de Cap Ann y las canoas de Puget Sound. El forro se dispuso a tingladillo y el aparejo era una mezcla de sampán japonés y junco chino. Los clavos y remaches  los recuperaron del Aquidneck. Para mejorar la estabilidad, le fijaron unos flotadores de bambú en los costados. Hettie colaboró en el esfuerzo común encargándose de la intendencia y cortando y cosiendo las velas. Garfield, con siete años, ayudó y estorbó a partes iguales.

No sabemos donde se alojó la familia durante la construcción, pero es más que probable que Joshua y su hijo improvisaran una vivienda con perchas y velas salvadas del pecio en el mismo astillero o en sus proximidades. En menos de 6 meses la embarcación estuvo lista para su botadura, que se efectuó el 13 de mayo de 1888, el día en que se abolió oficialmente la esclavitud en Brasil, de ahí el nombre con el que la bautizaron: Liberdade. El coste de los materiales y de los pocos trabajos no efectuados por los Slocum, ascendió a 110 dólares.

Navegaron por la bahía para probarla, conocerla y amarinarla y el 24 de junio se hicieron a la mar. Después de atravesar la barra, ya en pleno Atlántico, “el encanto de navegar en bote volvió fresco del pasado y a medida que la pequeña embarcación seguía navegando y avanzando, nos fue invadiendo la sensación de que lo hacíamos únicamente por el placer de hacerlo, sin ninguna recompensa material, tan sólo por amor; y toda la tripulación grito emocionada: ¡Volvamos a casa!”,  escribiría Slocum más tarde. 

No me extenderé en el viaje de más de 5.000 millas hasta Washington D.C. pues puede leerse el libro que Joshua escribió “El viaje del Liberdade”; únicamente decir que, excepto algún temporal y un par de sustos, en general la familia disfrutó del viaje. Hicieron escala en Santos, Rio de Janeiro, Cabo Frio, Baia de Todos os Santos, Recife, Barbados, Puerto Rico, Bahamas, Charleston, Beaufort y Norfolk. El capitán, según sus propias palabras, liberado de todo papeleo, exento de tener que  lidiar con tripulantes difíciles o de reprimir motines y libre de las preocupaciones causadas por cargas peligrosas, pudo gozar de la navegación como nunca antes en su larga vida en la mar. Así, con un buen viento por la popa, remontaron el río Potomac y atracaron en Washington D.C. el 27 de diciembre de 1888.

     Los periódicos de la época se hicieron eco del viaje, que fue noticia en lugares tan lejanos como Madrid o Manila.

    Joshua aprovechó su estancia en Washington para importunar al Departamento de Estado con sus reclamaciones al Gobierno brasileño respeto al Aquidneck.

   Con la llegada de la primavera, Joshua, Hettie, Garfield y Víctor reembarcaron y navegaron de nuevo con el Liberdade hasta Nueva York. El 19 de mayo de 1889 el periódico New York World publicó una entrevista con Henrietta Slocum. Al final de la entrevista, la señora Slocum dijo que pensaba efectuar una visita a sus familiares de Boston, añadiendo: “Viajaré en ferrocarril. Ya he tenido suficiente navegación para una larga temporada…”.

   Víctor Slocum embarcó en el vapor Finance para seguir su propia carrera de marino y su padre donó el Liberdade al Instituto Smithsoniano.

    Parece ser que a Joshua le ofrecieron el mando de un vapor de la White Star Line. Según dijo a su hijo Garfield, “He navegado desde los 14 años en barcos de vela, así que a mis 45 años no voy a comenzar a hacerlo en barcos de vapor que, por otra parte, nunca me han gustado”. Lo cierto es que la época de los buques de vela estaba terminando y Joshua no conseguía encontrar ningún mando.

   En 1890 escribió The Voyage of the "Liberdade" y pagó su edicición. No se sabe con qué fondos lo hizo, ni cuantos ejemplares imprimió, ni cuántos de ellos vendió. Ese mismo año prosiguió sus gestiones frente al Departamento de Estado para satisfacer sus reclamaciones al Gobierno brasileño.

   Hettie se fue a vivir con sus parientes en Boston, volviendo a trabajar de modista al mismo tiempo que se hacía cargo de Garfield y Jessie. Joshua se fue a vivir con un tío paterno en East London e intentó trabajar como carpintero en un astillero, pero le obligaban a afiliarse a un sindicato y no quiso hacerlo. Para un hombre orgullosos y, hasta hacía muy poco, en la cumbre de su carrera, tuvo que ser muy duro vivir de la generosidad de la familia, de algún trabajo esporádico de carpintería y de los escasos ingresos que obtenía mediante algunas conferencias.

    Justo entonces (en 1892), se encontró con un viejo conocido, el capitán ballenero de New Bedford, Eben Pierce. Este le regaló un viejo y medio podrido balandro ostrero que se encontraba en seco en Fahirhaven. Para pagar los materiales necesarios para la reconstrucción del Spray, Slocum realizaba trabajos puntuales para astilleros de New Bedford y Fahirhaven, el resto del tiempo lo empleaba reconstruyendo el viejo ostrero. Los fines de semana visitaba a Hettie, Garfield, Jessie y Benjamín en Boston. A mediados de 1893 el Spray, cuya reconstrucción había costado 553 dólares, se hallaba a flote, pero la economía familiar se encontraba absolutamente hundida.

Líneas de agua del Spray

    En noviembre de 1893, la armada brasileña al mando del almirante Custodio de Mello se alzó contra el gobierno legítimo de Brasil presidido por Floriano Peixoto. En consecuencia, el gobierno brasileño se dedicó a comprar buques de guerra, allí donde se los vendieran, para aplastar la rebelión de la armada. En este contexto, Brasil compró a Estados Unidos el Destroyer, un vapor torpedero blindado diseñado por John Ericsson (creador del Monitor). Desgraciadamente, el arquitecto naval murió antes de ver terminado el Destroyer. El buque no había sido probado debidamente, su máquina principal no funcionaba adecuadamente y, a priori, sus condiciones marineras dejaban mucho que desear, de manera que la armada de EE.UU. se apresuró a vender dicha joya por 100.000 dólares. 

    Se desconocen los motivos para que le fuera encargado a Slocum el traslado de dicho barco de guerra. Es posible que lo reclamara el Presidente Peixoto después de haber leídoThe Voyage of the “Liberdade”, en todo caso el Gobierno brasileño se ofreció a pagar 20.000 dólares por el traslado. Slocum deseoso de ganar un buen dinero y de vengarse del almirante Mello (al mando del acorazado Aquidabã que amenazó al Aquidneck en 1887) aceptó el trabajo y reclutó la tripulación.

    Debido al mal funcionamiento de la máquina principal, el buque tuvo que ser remolcado por el remolcador de altura Santuit. Partieron el 7 de diciembre de 1893 y, tras superar enormes dificultades y peligros, llegaron a Salvador de Baia el 14 de febrero de 1894. Según cuenta Slocum en “Voyage of the Destroyer from New York to Brasil” (editado por él mismo ese mismo año), fue un milagro que no se hundiera el barco durante la navegación, ya que más parecía un submarino que un buque de superficie, dada su nula condición marinera y su tendencia a llenarse de agua. “El más arduo viaje que haya hecho jamás, sin ninguna excepción” afirma Slocum en el libro…

   El gobierno brasileño se negó a pagar los 20.000 dólares prometidos y toda la tripulación fue repatriada a Boston a bordo de un vapor. Slocum no protestó ni reclamó o, en todo caso, no lo hizo con convicción, por lo que conociendo su carácter, debemos deducir que el Gobierno norteamericano corrió con los gastos. Al mismo tiempo, mediante un documento de 30 páginas remitido a la esposa de Slocum cuando este se encontraba a bordo del Destroyer, el Departamento de Estado archivó las reclamaciones de Slocum respecto al Aquidneck.

    Para ganar algo de dinero en los meses de verano, nuestro héroe se dedicó a alquilarse a sí mismo y al Spray para excursiones, picnics y pesca deportiva.

    Slocum ya había decidido efectuar una vuelta al mundo a bordo del Spray. Como fuera que su esposa Hettie, con la que aparentemente no se llevaba muy bien últimamente, declino acompañarlo, decidió que lo haría en solitario.

    En una entrevista publicada en el Boston Herald el 16 de abril de 1.895, Slocum explica que tiene la intención de escribir un libro al concluir la circunnavegación en solitario, con la esperanza de ganar suficiente dinero para adquirir una pequeña granja para su esposa.

    El puerto de matrícula original del Spray era Fairhaven, pero Slocum entendiendo que este puerto era desconocido fuera de Estados Unidos y pensando en la difusión y publicidad del viaje y posterior libro, lo matriculó en Boston.

     El 24 de abril de 1895, a la edad de 51 años, Slocum zarpó de este puerto para iniciar la vuelta al mundo en solitario que lo haría famoso.

   Antes de afrontar el cruce del Atlántico, hizo escala en  Gloucester, en la isla Brier y en la bahía de Fundy, como una especie de homenaje a los lugares donde transcurrió su infancia y primera juventud.

    El 4 de julio dejó por la popa la isla de Sable y tras 16 días de plácida navegación, fondeó en el puerto de Horta, en la isla de Faial del archipiélago de las Azores. Desde este puerto procedió a Gibraltar.

    Sus siguientes escalas fueron Recife y Rio de Janeiro. Por un error de apreciación, embarrancó en la baja y poco profunda costa atlántica de Uruguay, pero pudo zafarse sin excesivas dificultades. Después estuvo en Montevideo y Buenos Aires donde visitó la tumba de su amada Virginia.

    A continuación siguió una ruta muy parecida a la que siguiera Magallanes cerca de cuatrocientos años antes, con escalas en Punta Arenas, isla de Juan Fernández, islas Marquesas, Samoa (donde visitó la tumba de Stevenson y conoció a su mujer Fanny), Newcastle, Sídney y Melbourne en Australia y Hobart en Tasmania, donde pasó el invierno.  

    Después navegó hacia el norte por las aguas interiores de la Gran Barrera de Coral hasta Cooktown y, cruzando el Estrecho de Torres, hasta Thursday Island. En el Océano Índico hizo escala en las islas Keeling o Cocos, Rodríguez, Mauricio y el puerto de Natal en Sudáfrica. Allí conoció al famoso explorador Stanley y viajó a Transvaal para ser recibido por el Presidente Krüger, defensor furibundo de la tierra plana...

   Siguió navegando hasta Ciudad del Cabo, Santa Helena y Ascensión. El  8 de mayo de 1898 cruzó la estela que dejara el 2 de octubre de 1895: ¡Había circunnavegado la tierra!

    Seis días más tarde fue alcanzado por el acorazado USS Oregon que mediante señales le preguntó “¿ha avistado buques enemigos?” ―el 25 de abril EE.UU. había declarado la guerra a España―. El Spray, haciendo gala del sentido del humor de su capitán, contestó al gigantesco acorazado: “No, pero mantengámonos juntos para proporcionarnos mutua protección”.

    En el mar Caribe hizo escala en Grenada y Antigua y el 27 de junio de 1898 entró en Newport, Rhode Island, después de 46.000 millas y tres años, dos meses y dos días de viaje.

    Al principio, su llegada pasó desapercibida a causa de la guerra contra España, pero poco a poco, la noticia se fue extendiendo a lo largo y a lo ancho de Estados Unidos. Después de efectuar algunas reparaciones, el Spray navegó hasta Fairhaven donde Joshua se reunió con su familia.

    Poco después, organizó una conferencia pública en el City Hall de New Bedford. Garfield manejó el proyector de diapositivas y Víctor se encargó de la venta de entradas. La conferencia resultó un gran éxito y Slocum ganó una buena cantidad de dinero. Desgraciadamente, la gran época de las conferencias (con Mark Twain, Buffalo Bill, Oscar Wilde y Charles Dickens) había terminado cinco años antes y aunque Slocum era un brillante y entretenido orador/narrador, no pudo prodigarse como hubiera querido.

    A finales de verano, él y Hettie se instalaron en un hotel de Nueva York para que Slocum pudiera atender sus compromisos. A finales de octubre, habló delante de una gran audiencia en el Carnegie Hall de esta ciudad.

    Slocum dedicó, los siguientes 9 meses, a escribir “Sailing Alone Around the World” que fue publicado por entregas en el Century Illustrated Magazine durante 7 meses. En abril de 1900 el libro fue editado por la Century Company, con ilustraciones de George Varian y Thomas Fogarty. Inmediatamente se convirtió en un best seller y todavía se sigue reeditando. Desconozco la fecha y la editorial de la primera edición en español. Personalmente lo leí por primera vez en 1968 en una edición de la colección Austral. El título en español es  “Navegando en Solitario alrededor del Mundo”.

    Entre mayo y noviembre de 1901 el Spray y su capitán se exhibieron en la Exposición Panamericana de Buffalo, lo que le proporcionó ingresos y más fama.

   En 1902, Slocum adquirió una pequeña granja ―escogida por Hettie― que bautizó con el nombre de “Fag End” en la isla de Martha’s Vineyard, Massachusetts. Con posterioridad adquiriría más terreno hasta completar 50 acres.

   El poco entusiasmo de la vida de granjero y, según Garfield, la cada vez mayor frialdad entre ambos cónyuges, hicieron que Slocum pasara cada vez más tiempo a bordo del Spray.

Slocum en Hyannis Port, Massachusetts

 

    Los inviernos de 1904, 1905 y 1906 los pasó navegando por el mar Caribe, regresando a Nueva Inglaterra en primavera. Joshua era especialmente amable y atento con aquellos jóvenes que se interesaban en la navegación. Por otro lado, cada vez era más descuidado consigo mismo y con el Spray. El barco ya no estaba en sus mejores condiciones por falta de cuidados y mantenimiento. Un joven caballero aficionado a la navegación que visitó el Spray con unos amigos en New Bedford en esa época, escribió: “Nos chocó su aspecto de vagabundo y su descuidada vestimenta, aunque al hablar lo hacía como un culto gentleman. El barco estaba sucio, pero no un poco sucio, sino muy sucio y desordenado. No nos hubiera gustado navegar en él por el Long Island Sound con viento duro… Slocum, cuando lo conocimos, parecía física y mentalmente en baja forma. Se le veía excesivamente perezoso e indiferente a cuanto le rodeaba”.

    En marzo de 1906 publicó en la revista Outing, “Bully Hayes, the Last Buccaneer” su último trabajo escrito conocido.

    En mayo del mismo año atracó en el muelle del Riverton Yacht Club (New Jersey), donde había sido invitado a dar una charla. Numerosos curiosos visitaron el Spray, entre ellos una jovencita llamada Elsie Wright. Al día siguiente, cuando Slocum volvía de una velada en casa de un amigo suyo, fue arrestado acusado de estupro y malos tratos en la persona de la mencionada joven. La noticia saltó inmediatamente a la prensa de Boston y Nueva York.

    No quedó claro lo realmente sucedido, pero el examen médico de la joven determinó que sufría lesiones muy superficiales, que no había ningún indicio de violación y que estaba bajo los efectos de un shock. Slocum alegó que había sufrido un lapsus mental causado por una vieja herida en la cabeza. Seis días después del arresto, le fue impuesta una fianza de 1.000 dólares y como no los tenía, tuvo que permanecer 42 días en prisión hasta la celebración del juicio. La prensa se cebó en Slocum, sacando a relucir sus antiguos tropiezos con la justicia. El juez que vio la causa, amonestó al acusado y le prohibió volver a la localidad, dejándolo, a continuación, en libertad. 

    Al quedar libre, Slocum navegó directamente hasta Oyster Bay en Long Island, donde el Presidente Theodore Roosevelt tenía su casa de verano. Slocum fue invitado a comer con el Presidente y su familia. Roosevelt permitió a su quinto hijo, Archibald que efectuara un crucero a bordo del Spray hasta Newport. Tal hecho, de alguna manera, reivindicó la honorabilidad del capitán, pues conociendo las acusaciones contra Slocum, el Presidente autorizó a que su hijo de 12 años lo acompañara. En los cinco días de travesía, Archie y Joshua trabaron una firme amistad. El capitán manifestó que nunca había tenido un alumno tan inteligente y competente. Por su parte, Archibald Roosevelt afirmó que había aprendido más cosas sobre navegación en los pocos días pasados junto a Slocum, que en el resto de su vida. A principios del año siguiente, Slocum fue recibido en la Casa Blanca.

    W.H. Smith escribió unos años más tarde que quedó sorprendido del mal estado del Spray cuando lo visitó en 1907. “Parecía que todas las tracas del forro fueran diferentes, no tenía ninguna tabla del mismo tamaño, tipo o grosor. Desde luego yo no me hubiera hecho a la mar en semejante barco”.

   Durante el invierno del mismo año el Spray estuvo de nuevo en el Caribe. En Nassau, islas Bahamas, dió una conferencia en el Hotel Colonial.

    El 14 de noviembre de 1908 zarpó con destino al Río Orinoco, en Venezuela; fue la última vez que se le vio con vida.

   No sabemos qué ocurrió, jamás se encontraron restos del Spray ni se tuvo el menor indicio de las causas de la pérdida del barco y su capitán. Como tantos otros, desaparecieron en el mar. No fue hasta 1924 que se le declaró legalmente muerto.

 

  El Spray demostró ser un magnífico barco, estable y marinero como pocos; era capaz de mantener el rumbo con el timón amarrado durante muchísimo tiempo. Dice Slocum: (...) desde la isla Thursday a las islas Cocos a 2700 millas marinas de distancia, cubiertas en 23 días, el Spray navegó sin nadie al timón, excepto aproximadamente durante 1 hora. Ningún otro barco en la historia de la navegación realizó alguna vez, en circunstancias similares y durante un viaje tan largo y prolongado, semejante hazaña.

   Desde entonces, infinidad de réplicas del mítico velero han surcado y surcan los mares.

   Seguramente, durante la reconstrucción, Slocum contribuyó a mejorar las cualidades del barco y con toda seguridad, su enorme experiencia a bordo de todo tipo de barcos de vela hicieron que pudiera aprovechar todas las virtudes del Spray.

 

   Joshua Slocum, en mi opinión, es uno de los grandes marinos y navegantes de todos los tiempos ―aunque nunca aprendiera a nadar―. Al margen de su extraordinaria capacidad profesional como capitán, fue la primera persona que circunnavegó el globo en solitario haciéndolo con la embarcación más pequeña y utilizando únicamente la fuerza del viento, su inteligencia, su fuerza física y una tecnología y medios mínimos ―aparejos, cabestrante, lámparas de petróleo, sextante, cartas, derroteros, tablas y poca cosa más―, ni siquiera llevaba cronómetro. Fue asimismo el pionero en la popularización de la vela en barcos pequeños; téngase en cuenta que antes que él, nadie navegaba grandes distancias únicamente por placer.

    Como hemos visto, además de un soberbio marino, también era un notable carpintero de ribera, pero su mérito mayor, para la posteridad, es la autoría de Navegando en solitario alrededor del mundo que lo coloca, a mi entender, a la altura de los grandes de la literatura de viajes y aventuras de todos los tiempos. Una bella e intemporal obra que nunca me cansaré de recomendar a los lectores, conocidos, amigos y familiares, especialmente a los más jóvenes.

 

        Román Sánchez Morata, 15-06-2013

       

NOTAS:

¹Pampero. Viento duro, frío y racheado del S o el SW característico de la zona sur del continente sudamericano, que suele darse en los meses de mayo, junio, julio y agosto.

²Sheath knife. Especie de cuchillo de caza de mango fuerte y hoja ancha y gruesa terminada en punta, muy utilizado por los gavieros norteamericanos.

 

NOTA del 19-09-2013.  Un amable lector ─Francisco Latorre González-Moro─ nos remite lo siguiente:  

    Mi abuelo, llamado Francisco Latorre González (casi como yo, una casualidad), tuvo el honor y la dicha de cruzarse en mitad del Atlántico con Slocum, que además mencionó el encuentro en su libro (capítulo III, Encuentro con ‘La Viguesa’. El español me envía una botella de vino). ‘La Viguesa’ era un buque-tanque que en julio de 1895 se dirigía a Vigo y que llevaba como agregado a aquel lejano Francisco Latorre que, nacido en Segovia (España) en 1878, tenía diecisiete años en el momento del encuentro. Cuando en 1945 el libro de Slocum apareció en español, se apresuró a leerlo y, emocionado al ver el nombre de su primer barco en letras de imprenta, así como la mención del encuentro, redactó ya anciano y cerca de la muerte, que tendría lugar en 1950, una nota con su propio recuerdo del acontecimiento.

   

Cuya trascripción, facilitada por el mismo lector, es como sigue:

MI ENCUENTRO CON EL ‘SPRAY’ EN ALTA MAR.

    El día 14 de julio de 1895 navegaba yo como agregado a bordo del bergantín goleta ‘La Viguesa’, en viaje de Filadelfia a Vigo con cargamento a granel de petróleo.

    Yo, que ya era piloto, hacía guardia con el contramaestre. El capitán era don Juan Gantés, de La Coruña; de piloto iba don Juan Freije, de Vegadeo, y de agregado como yo iba don Emilio Torrado, de La Coruña. Mi edad era de diecisiete años.

   En la noche del 14 alcancé a ver por la popa una luz blanca que me llamó la atención porque en aquella situación no podía ser de un faro ni de un vapor, que si mantuviera su luz blanca de la popa se hubiera alejado rápidamente. Tampoco podía ser de un barco de vela. Era pues un náufrago y mi ansiedad fue grande, aunque desgraciadamente ni el capitán ni el piloto mostraron el menor interés por socorrer al posible náufrago o náufragos.

    Al amanecer pude yo distinguir un balandro que se iba acercando rápidamente a ‘La Viguesa’, y poco más tarde izó la bandera de los Estados Unidos. Yo icé la bandera española; al mediodía estaba el ‘Spray’ a nuestro costado. Su único tripulante, el Capitán Slocum, era un hombre de mediana estatura, delgado y muy ágil, con cabello y barba rubios. Muy simpático y culto. Observó con nosotros la altura meridiana con el fin de estudiar sus instrumentos de navegación. Nos dijo que no necesitaba víveres y sólo aceptó una pequeña botella de vino.

    El viejo capitán Gantés, excesivamente adusto, se metió en su camarote sin saludar a Slocum ni despedirse de él. Y éste correspodió alejándose de nosotros no sin suplicarnos antes que al llegar a Vigo comunicáramos que lo habíamos encontrado sin novedad en tal latitud y tal longitud navegando rumbo a Gibraltar.

    El encuentro en alta mar con este bravo marino es uno de los más emocionantes recuerdos de mi vida de navegante.

    La lectura de este libro produce admiración por su estilo humanitario y sereno ante unos peligros tan grandes y una vida tan penosa. Su navegación a través del Estrecho de Magallanes es la empresa más heroica y abnegada que cabe imaginar y el valor de Slocum es cosa de leyenda. Su primer viaje fue un éxito feliz y triunfal; pero después, al realizar su segundo viaje, desapareció con su ‘Spray’ para siempre. El Océano guarda en sus entrañas este héroe, tan grande y solemne como su tumba, inmensa y misteriosa.

Francisco Latorre González en 1898 en otro buque

Botadura de La Viguesa en 1893

 

    El link y las fotografías son también aportación del mismo amable lector.

 

NOTA del 24-10-2013: Con posterioridad a la publicación de la nota anterior, se ha publicado en la página de historia marítima "Vida Marítima" un magnífico artículo sobre La Viguesa.

 

Ir a JOSHUA SLOCUM. Primera parte.

Ir a JOSHUA SLOCUM, UN GRAN MARINO. Segunda parte.

Vito Dumas, uno de los más grandes

 

Fuentes:

“The Hard Way Around (The Passages of Joshua Slocum)” de Geoffrey Wolff.

“El viaje del Liberdade” de Joshua Slocum.

“Voyage of the Destroyer from New York to Brazil” de Joshua Slocum.

 “Navegando en solitario alrededor del mundo” de Joshua Slocum.

https://www.joshuaslocumsocietyintl.org

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Vito Dumas

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